Ya en la segunda mitad del siglo VI a de JC, el mundo ibérico manifiesta una gran riqueza cultural y económica, con importantes novedades de orden político y social. Los oppida, poblados altamente fortificados, ejercían de unificadores de un territorio que dominaba otros asentamientos de menor entidad. Estaban gobernados por príncipes o élites aristocráticas de rango militar que ostentaban el poder y cuya riqueza se basaba en la propiedad de la tierra y en el control del comercio.
Las excavaciones en el espacio funerario ibérico de Monforte del Cid, situado entre La Agualeja y el Camino del Río, han dado algunas claves para el conocimiento de la sociedad ibérica. Formaría parte del territorio gobernado por la clase aristocrática de La Alcudia. Le seguirían en la pirámide social los militares, los sacerdotes y sacerdotisas, como personas encargadas de los rituales religiosos mediando entre creyentes y divinidades, los comerciantes, y las artesanas y artesanos especialistas en la fabricación de tejidos, espartería, piezas metálicas, cerámicas a torno, herramientas de madera, y otros oficios, todos ellos con funciones muy definidas y de cierto prestigio, pero siempre bajo la tutela del poder establecido.
Las clases más bajas de la comunidad ibérica estarían representadas por pastores y familias de campesinos libres o dependientes, llegando en algunos casos al nivel de esclavitud.