Toro echado
Hallado de forma casual por Ginés Ruiz en el año 1974, durante los trabajos de explotación en el arenero que existió sobre la terraza izquierda del río Vinalopó, en el conocido Paraje de la Agualeja. Ha sido ampliamente estudiado por los expertos en escultura de época ibérica y se constituyó en símbolo de la villa desde su descubrimiento. Confeccionado en piedra caliza blanca, presidiría una de las tumbas aristocráticas de la necrópolis. Forma parte de un conjunto de elementos escultóricos que integraron la necrópolis Ibérica que existió en el lugar en el ocaso del siglo VI o inicios del siglo V antes de Cristo. Junto al toro, aparecieron otros más pequeños y un pilar-estela en piedra que en la actualidad se custodian en el MAHE, Museo Arqueológico e Histórico de Elche. Su simbología en la Antigüedad, hunde sus raíces en las creencias de pueblos mediterráneos como griegos y cretenses, asociándose a la fecundidad y a los cursos de agua como fuentes de vida y fertilidad en la aparición de los frutos de la tierra. Como generador de vida, cuidaba al final también de los muertos en su tránsito hacia el más allá, por ello ocupaba los lugares más destacados de los cementerios ibéricos.